Orquideario de Soroa, paraíso de la naturaleza

Con origen en la década de 1940, en unos 35 000 metros cuadrados este jardín botánico atesora hoy unos 20 000 especímenes y más de 700 especies de plantas.

En la Sierra del Rosario, uno de los grupos montañosos reconocido como Reserva de la Biosfera, que se integra al sistema orográfico de la cordillera de Guaniguanico en la región occidental de la isla de Cuba, existe un centro científico para el estudio, preservación y educación medioambiental que, atendido por la Universidad de Pinar del Río, se aplica con gran dedicación a las investigaciones especializadas y a la conservación de las orquidáceas cubanas.

El Jardín Botánico Orquideario de Soroa, cuyo origen se remonta a la década de los años 40 del siglo XX, se localiza en el municipio de Candelaria, en la actual provincia de Artemisa. Su acceso por carretera resulta fácil, pues se ubica a solo pocos kilómetros de la Autopista Nacional. La zona donde esta institución dedicada a la protección de la naturaleza se encuentra es excepcional por su riqueza biológica y por su belleza paisajística.

Fue en este lugar privilegiado de la geografía insular donde el rico abogado Tomás Felipe Camacho, un emigrante canario oriundo de La Palma llegado a Cuba en 1905, construyó una finca de recreo. La propiedad —que llamó Rancho Pilila en honor a su hija Pilar, muerta en plena juventud— fue encargada a un afamado arquitecto de la época, y a voluntad del dueño, quedó integrada al paisaje de la región. La casa de estilo rústico armonizó tanto con su entorno que parecía como descendida en el círculo de montañas.

En el sitio destinado a los jardines se respetó el arbolado existente, pero se sembraron otros arbustos ornamentales que comenzaron a embellecer y dar colorido a esos espacios. Se construyeron algunos umbráculos, y una orquídea de Venezuela, científicamente nombrada Cattaleya lueddemanniana, comprada en La Habana por Pilar León, la esposa del Dr. Camacho, fue la primera de estas plantas colocada para su reproducción en el invernadero.

La entrada principal que daba paso a Rancho Pilila —donde ondeaba una bandera cubana acompañada de un busto de José Martí— se alcanzaba atravesando un portón con una campana que los visitantes debían tañer para anunciar su llegada. Leyenda o no, algunos testimonios aseguran que, a la paciente labor de Toshiharu Kenji Takeuchi, un japonés especialista en floricultura contratado para trabajar en el orquideario, se debió la creación, en la primavera de 1950, de un lirio blanco que fue dedicado a Martí, apóstol de la independencia cubana.

El indiano Tomás Felipe Camacho, botánico por afición y poeta por convicción, mecenas de las artes y de las ciencias, falleció en noviembre de 1961 en Santa Cruz de Tenerife a la edad de 75 años. Cuando en 1962, Rancho Pilila abrió sus puertas como Casa Museo y Jardín Botánico, el legado que él atesoró pasó a ser incentivo comunitario y acervo para el desarrollo de una ética a favor del respeto y conservación de la biodiversidad.

La fabulosa biblioteca especializada en temas botánicos que el Dr. Camacho, con dilecta paciencia de coleccionista y bibliógrafo, fomentó en su estancia aún existe. Libros raros de floricultura y jardinería junto con el inventario pormenorizado que se tuvo de los especímenes botánicos adquiridos, o logrados mediante hibridaciones, conforman una extraordinaria herencia cultural.

Hoy, en un área que abarca 35 000 metros cuadrados se ha logrado, con la siembra de plantas de todo tipo, una gran diversidad botánica; pero las orquidáceas que allí se cultivan, estudian y exhiben siguen dándole al jardín su fama mundial como paraíso de la naturaleza. El patrimonio que esta institución reúne asciende aproximadamente a 20 000 especímenes y a más de 700 especies. Muchas orquídeas son endémicas, aunque también abundan las llamadas exóticas, traídas desde diferentes lugares del planeta.

Fue en la década de los años ochenta del pasado siglo que el Ministerio de Educación Superior, a propuesta del Centro Universitario Hermanos Saíz de la provincia occidental de Pinar del Río, aprobó la creación de un laboratorio en el orquideario. Sus objetivos han sido, desde entonces, profundizar y sistematizar las investigaciones botánicas, estudiar la floración vegetal no solo como un fenómeno asociado con la belleza o cualidades ornamentales y estéticas, sino también con su genética. Y por supuesto, vincular la gestión científica y económica con la apreciada tarea de enriquecer la cultura.

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