Sobre Punta Francés, extremo suroccidental del municipio especial cubano, Isla de la Juventud, se extiende un halo de misterio de antiguas leyendas aborígenes y la presencia frecuente del célebre pirata francés François Leclerc en sus correrías por esa zona del mar Caribe.
Una reseña sobre el tema, publicada por la ACN, recuerda que el sitio debe su nombre a ese bandido del mar de origen galo, que fijó en punta francés una de sus bases de operaciones para saquear los navíos españoles que trasladaban ingentes riquezas del Nuevo Mundo a la metrópolis, dando lugar a sangrientos encontronazos sobre las aguas verde azules que rodean el lugar.
En un sitio del litoral de esa área protegida, se localiza la cueva, hoy semisumergida, donde tenía su cuartel general el primer “Pata de palo” o “Jambe de Bois” que recuerda la historia de la piratería mundial.
Como testigo de ese pasado turbulento, en las aguas que rodean la península de Carapachibey, yacen cañones y sus balas, armas de todo tipo y navíos que duermen el sueño eterno sobre el fondo marino, como testigos de primera mano de una era de violencia y codicia.
Este lugar, declarado Parque Nacional Punta Francés, fascina por la belleza de sus fondos marinos, por la albura de sus arenas y matices del mar, resumen de todos los azules del Caribe, atractivos que situaron, en décadas atrás, a ese destino, como uno de los más demandados para la fotografía subacuática en sus 56 sitios de buceo.
Sorprende al visitante la diversidad biológica de ese jardín marino, fascinante para quienes prefieren la inmersión como pasatiempo contemplativo y recreativo, o la posibilidad de un safari, lente en mano, con el fin de perpetuar en imágenes los tesoros naturales ocultos en las aguas de Punta Francés.
Sin dudas, en este punto de la geografía pinera, que guarda aún la huella aborigen y el paso del pirata, las excelentes posibilidades para el turismo de naturaleza lo convierten en un sitio singular y con grandes potencialidades para la industria del ocio en el municipio especial.