Aldabas, estirpe herrera de La Habana Vieja

Aldabas, herrería y decoración de puertas constituyen elementos indispensables a apreciar durante un recorrido cultural por La Habana Vieja, en busca de detalles pintorescos que repleten los sentidos y nos remonten a otras épocas.

Por ello, un paseo por plazas, callejones y rincones de ese sector de la capital cubana destapa una cultura muy singular que tiene increíbles asentamientos en la historia y la arquitectura de la Isla, algo que muchos turistas —sobre todo europeos— buscan con denuedo.

Fotos Roberto F. Campos

Una aldaba es una pieza articulada de metal situada en las puertas exteriores de las casas y que sirve para llamar a sus ocupantes por medio de golpes en la puerta.

Las primeras piezas de este tipo datan de la Edad Media, y consistían en martillitos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior.

La forma más típica y más antigua es la de argolla o aro, de hierro en las más antiguas, generalmente unida a una cabeza de bronce, con diferentes formas, como leones.

Se golpeaba con ellas sobre una cabeza de clavo bastante gruesa. Estas aldabas servían además como tiradores y en las puertas de algunas iglesias eran un signo de asilo que se requería asiéndose de la anilla.

De tan antigua costumbre habla San Gregorio de Tours, al explicar que dicha cabeza era de león, grifo o quimera.

De león eran, por ejemplo, las de los llamadores de la portada de la catedral de Puy-en-Vélay del siglo XI y otra del siglo XIII de la puerta occidental de la catedral de Noyón. Esta clase de llamadores se destinaron especialmente a las puertas de las iglesias, porque así lo pedía la tradición del derecho de asilo.

Formas y metales

La forma de martillo se usó más en las casas particulares. Los más antiguos eran sencillísimos y estaban adornados con grabados a buril.

Del siglo XV, existen muchos ejemplares de hierro forjado, entre los cuales los hay preciosos, delicadamente forjados y cincelados, y con escudo heráldico pintado de los colores correspondientes.

Fotos Roberto F. Campos

Estas explicaciones de los expertos se pueden descubrir en La Habana Vieja, con el contraste de colores y claroscuros, el enmaderado de las puertas, gruesas y pesadas de algunas casonas, como bien se puede apreciar en la Plaza Vieja, una de las cinco de su tipo que adornan la ciudad.

El Renacimiento produjo también bellos llamadores en cuya composición extremaron su arte los cerrajeros.

El tema más común es dos S contrapuestas. Excepcionalmente, también hubo aldabones de piedra con buenos ejemplos de este período: dos aldabones de serpentina compuestos de una gran argolla suspendida de las fauces de un león, que pertenecieron al palacio de Carlos V en Granada y que actualmente se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional de España.

Pero hay más detalles históricos que nos sorprenden, cuando Hernán, Hernando y Hernández, tres buenos herreros traídos como soldados por otro Hernán (Cortés) para la conquista de lo que hoy es México, dejaron sus huellas en muchas ciudades latinoamericanas.

De acuerdo con Bernal Díaz del Castillo —historiador y soldado—, estos tres personajes ayudados en México por los tlaxcaltecas fundieron cobre para hacer puntas de flechas y lanzas, según ordenanza del año 1504. Pero también dieron por iniciada la magnífica escuela mexicana de herrería.

Las posteriores ordenanzas dividieron el trabajo de herrería en obra prima (bien ejecutada) y baladí, tales preceptos válidos para las otras colonias.

Durante esa etapa de la presencia española se emplearon los estilos gótico (siglo XVI) en América, muy tardío, el Plateresco (siglo XV-XVII) propiamente español, el Barroco (siglo XVII) propiamente barroco mexicano (siglo XVIII) y finalmente el neoclásico.

Durante el siglo XVIII, las herrerías de los balcones, rejas conventuales, zapatas estructurales, aldabas, aldabones, bocallaves, candados y clavetones dejaron de ser obra baladí y se convirtieron en obra prima.

Obra que aún podemos ver en algunos balcones, portones y puertas en México y otras ciudades, incluso en La Habana.

Precisamente, el Museo de la Orfebrería de la capital cubana muestra algunas de esas piezas y hace un recuento histórico, bajo los auspicios de la Oficina del Historiador de la Ciudad (Eusebio Leal).

La mayor parte de las piezas que la integran no fueron confeccionadas con metales preciosos, sin embargo dejan bien marcado el carácter del arte en metal en la arquitectura de otra época, siglos XIX y XX fundamentalmente.

Además de aldabas, espuelas y clavos de puertas, se destacan los herrajes del arca comprada por don Dionisio Velazco Castillo en Europa hacia 1926, pieza que pertenece al Museo de la Ciudad.

En un recorrido fotográfico por la Habana Vieja encontramos al Asidero (que sirve para asir, agarrar), es un tipo generalizado de asa que facilita el manejo de un objeto siguiendo las leyes elementales de la ergonomía.

También aparecen manijas, manillas, pomos, perillas, tiradores o picaportes como el mecanismo que sirve para abrir puertas, y cajones, de varios modelos, tipos y formas.

Y finalmente, existen las que precisan ser forzadas hacia abajo para abrir. Los materiales habituales para la fabricación de manijas son latón, bronce, aluminio, hierro y otras aleaciones de metales menos comunes.

Así, que bien viene un paseo con la mirada atenta a las puertas de La Habana Vieja, para desentrañar el misterio y las habilidades de los herreros de época, incrustados en la madera y con mucho para contar.

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