Su privilegiado entorno marino ha convertido a Cayo Santa María, al norte de la región subcentral de Cuba, en uno de los principales destinos de buceo contemplativo en la región del Caribe.
Hay 24 sitios de inmersión en esos parajes, que se encuentran en las cercanías de la segunda mayor barrera coralina del planeta, poblada de diversidad de especies submarinas que invitan a la observación y la fotografía subacuática.
Pero si el visitante prefiere aguas más someras para simplemente bañarse y tumbarse al sol, las de la zona son cristalinas, de tonalidades que van del verde al azul, con blancas arenas finas.
El polo turístico está formado por Cayo Santa María, el mayor, Cayo Ensenachos y Cayo Las Brujas, pertenecientes al archipiélago Jardines del Rey y separados unos 30 kilómetros de tierra firme por la Bahía de Buenavista, declarada por la Unesco Reserva de la Biosfera y pertenece al Convenio Ramsar, para la protección de los humedales de interés internacional.
El interés de la zona se acrecienta por la rica biodiversidad, con flora y fauna de elevado endemismo y marismas y mangles en la costa sur.
En los cayos se han encontrado huellas de la presencia aborigen y fue después sitio de pescadores y de extracción de carbón vegetal. Prácticamente deshabitados, a finales de la década de 1980 se concluyó la construcción de una vía terrestre sobre el mar de 48 kilómetros, que los cubanos llaman pedraplén, y comenzó a abrirse paso el turismo.
Su planta hotelera es de alto estándar y bajo el régimen de Todo Incluido, insertada de manera armónica en el entorno.
En estos tiempos de pandemia, los establecimientos se van reabriendo paulatinamente, en dependencia de la demanda, con estrictos protocolos de seguridad sanitaria que resguardan la salud de sus huéspedes y empleados.
En los casi nueve meses de cierre impuesto por la covid-19, los hoteles e instalaciones extrahoteleras del polo turístico han sido objeto de acciones de remozamiento para recibir de nuevo a sus clientes con mejores productos.