Fue en la segunda mitad del siglo XIX que el residencial habanero de El Vedado se levantó a extramuros de la antigua Habana como un exponente del inicio del pensamiento urbanístico moderno en la capital cubana.
La elegancia de las residencias que aquí se construyeron desde esa fecha alterna con la vanguardia arquitectónica de los altos edificios de hormigón armado entre los que sobresalen construcciones emblemáticas como las del edificio Focsa y el hotel Habana Libre, que se yerguen como las más altas de la historia de la arquitectura en Cuba.
Sus primeros pobladores fueron los miembros del Ejército mambí que pelearon contra España, quienes se trasladaron desde El Cerro a las nuevas mansiones signadas por el eclecticismo y la belleza de los jardines insertados en una trama urbana muy regular y ordenada.
El Vedado se caracterizó en un principio por un nuevo neoclasicismo, la existencia de esculturas y la concepción del palacete muchas veces con la presencia de mosaicos en sus patios interiores y las escalinatas presidiendo los pórticos.
Antes de la segunda mitad del siglo XX El Vedado empieza a ser amenazado por la especulación inmobiliaria, edificios anodinos comienzan a proliferar en el entorno y las familias pudientes se desplazan hacia el nuevo residencial de Miramar.
Dicen quienes lo recuerdan que los edificios de El Vedado olían a vinilo, la pintura que sustituyó a la antigua lechada de cal. Al mismo tiempo, los pavimentos de granito empiezan a sustituir a los mosaicos. Comienzan a proliferar las ventanas Miami y las luces de neón.
En la década de los cincuenta La Rampa se convierte en el centro de la arquitectura de vanguardia. Se construye, por ejemplo, el Habana Hilton, hoy Habana Libre, con su volumetría de prismas de hormigón y el gran mural en cerámica de la legendaria pintora Amelia Peláez, recientemente restaurado y devuelto a su magnificencia original.
Con esa misma técnica de esqueleto de hormigón armado surgen otros edificios altos que son hoteles. Entre ellos pudieran citarse el Habana Riviera y el Capri.
Más adelante la ciudad se seguiría desplazando en modernidad y boato hacia el oeste, surgiendo Miramar y el Country Club, donde levantaron sus mansiones las familias más adineradas.
No obstante, El Vedado continúa siendo el centro de la vida cultural de la capital cubana y su señorío y abundancia de estilos, arboledas, parques, así como su concepción de cuadrícula y la designación de sus calles con letras y números lo hacen un lugar sumamente hermoso y funcional.
Menos visitado que La Habana Vieja y su Centro Histórico, un paseo por sus calles es un deleite para los sentidos.
Muchas de sus antiguos mansiones y palacetes hoy son instituciones y oficinas, pero aún hay muchas casas habitadas por gente con un sentido de pertenencia a su barrio más marcado que en otros sitios de la capital.