Cuba constituye una verdadera fiesta para quienes aman la naturaleza, y este concepto aumenta por año entre muchos viajeros jóvenes, en busca de contemplar el paisaje y emprender aventuras.
Su verdor es inigualable, además de sus paisajes bien conservados gracias a una estrategia del Gobierno de un turismo sustentable y sostenible. Y es el caso de que el color cubano es tan brillante y la naturaleza de una exuberancia tan vívida que parece un paseo por un espacio de cuentos y leyendas en lugar de un panorama real, al cual se puede ir de vacaciones.
Cuba es una isla impresionante, refugio de corsarios y piratas en sus tiempos de correrías por el Mar Caribe, sitio de historias diversas y paisajes que enfrentaron el tiempo y la voracidad de la civilización. Pese a haber perdido sus mas frondosos bosques, hoy en día aún se conservan ecosistemas en perfecto estado, sobre todo en las regiones más orientales, en el centro del país y el extremo occidental. Se trata de un archipiélago con 110 922 kilómetros cuadrados, incluidos 746 kilómetros de costas (una longitud general de 1 250 kilómetros desde el más occidental Cabo de San Antonio hasta la más oriental Punta de Maisí). Para completar el panorama de estadísticas geográficas se debe recordar que posee 200 bahías, unos dos mil cayos e islotes y 588 kilómetros de playas clasificados por su importancia para el turismo.
A Cuba llegan anualmente más de dos millones de viajeros con intereses diversos, en principio con una preponderancia del llamado descanso de sol y playa, sumado a incentivos y congresos, salud, cultura, náutica y, sobre todo, naturaleza, constató un reciente informe oficial. Mucho tiene que aportar la ínsula en materia de verde; los paseos que proponen los turoperadores son a veces de un día o de una semana, o más tiempo, según el gusto.
Para lograr la protección medioambiental se necesitan propósitos bien engranados capaces de mantener una compleja estructura y un ejército de expertos, que tiene entre sus funciones realizar investigaciones de preservación natural y, a la vez, guiar a los viajeros interesados en ese mundo.
Un matrimonio de observadores de aves, o un grupo de jóvenes estudiantes —por poner estos ejemplos— reciben explicaciones pormenorizadas del ambiente por donde transitan, y si se trata de estudiosos, la información que se les brinda es más especializada, con detalles de los trabajos de protección y de las especies en su derredor, toda una fiesta cubana que se puede contratar según los intereses de los viajeros.
Para esas ocasiones, están también las prácticas ecuestres o conocer los conteos científicos de grullas, de tortugas y cotorras en cualquier región colorida de la Isla, o el de los cocodrilos en la desembocadura del oriental río Cauto, las ferias agropecuarias y festivales artísticos de montaña.
Y por poner otro ejemplo, el más emblemático sitio de ese paisaje es el Pico Turquino, la montaña más alta con 1 974 metros. Ese Parque Nacional, con 17 450 hectáreas, está repleto de ríos, bosques, cumbres, valles, aves; sin embargo, de este verdor maravilloso hay mucho, y en muchas partes de Cuba.