Desde el emblemático cañonazo de las nueve, la capital cubana se abre a experiencias y aventuras que conjugan bohemia tradicional y espectáculos con nuevas maneras de pasar la noche.
Llegar a la capital cubana y descubrir el encanto de una ciudad nocturna, cosmopolita y diversa es un placer reservado a aventureros y bohemios, dispuestos a experimentar momentos de intenso placer y sensaciones extremas.
La noche habanera comienza a las 9:00 p.m. con un famoso cañonazo lanzado desde la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña. Incluida por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad, la pétrea edificación —próxima al icónico Castillo del Morro, en la entrada de la bahía— reserva un espectáculo que recrea la ceremonia militar anunciante del cierre de la muralla citadina, en los siglos XVIII y XIX.
Cruzando al Centro Histórico por el túnel subacuático que atraviesa el canal de acceso al puerto, la invitación a emblemáticos restaurantes y bares constituye un hecho insoslayable.
En el transitado boulevard de la calle Obispo se ubican numerosos cafés en los que prima la música tradicional cubana, ejecutada por agrupaciones de probada calidad artística en formatos de tríos, quintetos y sextetos.
Caminando por la Avenida del Puerto en dirección a la Alameda de Paula, en uno de los espigones se aprecian los Almacenes del Tabaco y la Madera, sitio donde también se ubica —de cara al mar— una moderna cervecería con tecnología austriaca, diseñada para unos 450 usuarios. Los fines de semana se reúnen en aquel lugar prestigiosos músicos y humoristas del patio que amenizan entre copas y tapas.
Otro aire se respira en la moderna barriada del Vedado, devenida meca del entretenimiento en la noche habanera. Por ejemplo, en el Teatro Nacional se ubican el piano-bar Delirio habanero y el café cantante Mi Habana; el primero, instalado en una altura que privilegia una espléndida vista panorámica hacia la Plaza de la Revolución; el segundo, en el sótano de la edificación, constituye sitio referencial para las más populares agrupaciones de la música bailable y templo del proyecto El Divino, que convoca, sábado tras sábado, al mejor show de transformistas de la capital.
A esa última temática, entendida como una opción “otra”, se suman espacios no menos frecuentados, entre los que sobresale el Bar de las Estrellas, en la barriada de Lawton, pionero en espectáculos con transformistas desde 1991.
Los bailadores tienen dos sugerentes opciones en las Casas de la Música de Centro Habana y Miramar. En ambas, las orquestas y agrupaciones más populares del país desbordan sus contagiosos ritmos e incitan a mover el cuerpo en derroche de loca efusión.
Pero, cuando de cabaret se trata, no hay mejor opción que la del club Gato Tuerto, frente al Hotel Nacional. Las descargas de bolero y de filin, género renovador de la cancionística cubana surgido a finales de la década de 1940 con énfasis en el sentimiento en la manera de interpretar, han convertido a ese sitio en punto de encuentro de los más relevantes exponentes de la literatura, la música y las artes plásticas del país. Inaugurado el 31 de agosto de 1960 a partir de una idea de Felito Ayón —personaje carismático, animador y uno de los fundadores de La Bodeguita del Medio en la década de 1950—, también cuenta con un restaurante en segunda planta, cuya carta-menú combina el diseño de grandes artistas de la plástica.
Desde su apertura hasta la fecha, ha sido visitado por personalidades como el colombiano Gabriel García Márquez, el boricua Cheo Feliciano, y los poetas cubanos Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández y Virgilio Piñera, este último autor de un hermoso poema dedicado al emblemático espacio.
El Salón Rojo del hotel Capri, en el mismísimo corazón del Vedado, es otro de los centros nocturnos de obligada visita. Allí, se presenta un colorido espectáculo que armoniza el show tradicional con innovadoras propuestas. Cercano a este, el cabaret Parisién del Hotel Nacional evoca el estilo de su homólogo, el famoso cabaret Tropicana, donde se revive la llamada música salsa con bailarinas de exuberantes trajes de plumas y lentejuelas.
Los amantes del jazz estarán de plácemes en el club La Zorra y el Cuervo, en la Rampa de la céntrica calle 23, o en el Jazz Café, frente al esbelto hotel Meliá Cohiba, sitio donde se halla el selecto bar-restaurante Habana Café, decorado en su interior con autos y elementos de la década de 1950, distinguido, además, por las presentaciones de artistas pertenecientes al mundialmente famoso proyecto Buena Vista Social Club.
Próximo al hotel Cohiba, otra emblemática instalación turística, el hotel Riviera, invita a un variado espectáculo en su lujoso cabaret Copa Room. Un poco más allá, en el tranquilo reparto de Miramar, el complejo cultural Dos Gardenias propone a los más fieles exponentes de la canción y el bolero.
Y más hacia el oeste, donde se cruzan los caminos de la exclusiva zona de Cubanacán, el Centro Cultural El Sauce obsequia una oferta auténtica y diferente, donde todas las generaciones encuentran su rincón. Desde las 9:00 p.m., de martes a sábado, abre sus puertas al arte en vivo con creadores de la más reciente promoción: Buena Fe, Diana Fuentes, Kelvis Ochoa, Polito Ibáñez, Descemer Bueno y David Torrens, entre una pléyade de cantautores que convocan multitudes.
La diversidad de propuestas de la industria del ocio y la recreación seduce a visitantes y lugareños, motivados por esa energía irrefrenable que supone una buena marcha en la nocturnidad habanera.