Fresa y chocolate en Coppelia

Por Marta Ferraz

Cada Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cuya edición 41 se celebra este mes de diciembre, es todo un suceso. Los cinéfilos van y vienen de un lugar a otro a la caza de las mejores películas, pero todos los caminos convergen en una populosa esquina del Vedado habanero donde se encuentra el cine Yara, de grandes acontecimientos cinematográficos, y también la llamada Catedral del Helado, que recuerda permanentemente un emblemático film cubano.

Situada en la intersección de 23 y L, la heladería Coppelia sigue siendo el no va más de la cremería criolla, después de un remozamiento general realizado este año.
Inaugurada en 1966, el enclave es célebre en toda Cuba, no solo en la capital, por la delicia de sus sabores, basados hoy día en las frutas nacionales fundamentalmente, aunque en sus inicios la carta menú incluyó frutillas gourmets de otros climas, así como el aderezo de almendras, pasas, ralladuras de canela y chocolate y otras delicadezas que están entre las añoranzas de los mayores.

El provinciano acabadito de llegar de su terruño y el habanero a quien su ciudad resultaría impensable sin Coppelia —su querida Catedral del Helado, como la llaman—, acuden allí asiduamente.

Se dice que entre 8 000 y 12 000 personas la visitan diariamente. Las colas para acceder a sus jardines, canchas y la torre, parecen interminables. Se hacen de manera entre estoica y divertida, pues el arbolado no da sombra para todos y el calor antillano es infernal.

El premio es casi un fetiche para el cubano promedio: un cremoso helado de la marca Coppelia, única en el país, con fama de ser producto superior. Frente a un helado Coppelia se olvidan momentáneamente los rigores e insolación del verano y se es feliz por unos inolvidables minutos.

Coppelia viene siendo además un gran jardín, en medio del asfalto citadino, que permite el encuentro y hasta reencuentro de viejos amigos, de jolgorio de niños, estudiantes y abuelos. En diciembre, cuando se celebra el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, con ya 40 ediciones anuales, recibe mayor afluencia de público.

Los extranjeros en visita turística o de paso se asombran de la pasión de los capitalinos por Coppelia. Y de su santa paciencia para saborear el producto. No entienden del ambiente y del estado de ánimo que se crea y recrea en el contorno.

La esquina de 23 y L es famosa no solo por ser el enclave de la famosa heladería. En otro de sus ángulos está el popular cine Yara, antiguo Radiocentro, una gran sala, la principal del circuito de estrenos cinematográficos del país. En otra esquina está el Hotel Habana Libre, de 25 pisos, antiguo Havana Hilton.

Volviendo al tema del cine, y su relación con Coppelia, muchos recuerdan que en la película Fresa y chocolate, un filme de 1993, dirigido por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, los dos protagonistas encarnados por los actores Jorge Perugorría y Vladimir Cruz, inician su amistad en la icónica heladería.

Y dos de los sabores preferidos del establecimiento, convertidos en símbolo y mensaje, dieron título a ese filme cubano que le dio la vuelta al mundo y obtuvo varios reconocimientos, a pesar de que su director principal Gutiérrez Alea tenía una trayectoria descollante, con una obra como Memorias del subdesarrollo, estrenada en 1968.

Gutiérrez Alea, Humberto Solás, y el realizador Santiago Álvarez se encuentran dentro de la pléyade de creadores sobresalientes que durante años consolidaron la obra del Instituto Cubano de Artes y la Industria Cinematográfica (Icaic).

A propósito, a principios de año se celebraron los 60 de existencia del Icaic, un proyecto de elevados presupuestos estéticos, culturales y económicos nacido casi de inmediato, tras el triunfo de la Revolución en 1959. Una entidad con obra consolidada y reconocida internacionalmente.

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