Por Marta Ferraz
No solo los capitalinos, sino toda Cuba, cada mes de octubre desde el 2015, empezaron a estar al tanto, asisten, oyen hablar o visualizan algunos reportes de los desfiles de la Semana de la Moda, que ocurren en torno al 20, Día de la Cultura Cubana, y en una época propicia, según la práctica internacional, para proponer las colecciones de la siguiente temporada primavera-verano.
Fue la Sección Textil de la ACAA la que echó a andar el evento. María Salomé Morales —sencillamente Salomé, dentro del sector—, historiadora de profesión, actual diseñadora y artesana artista, es la presidenta del Comité Organizador. La acompaña, entre otros, Jesús Miguel Frías (Chuchi), arquitecto, hoy diseñador y vicepresidente de esa sección. La cita involucra ya a artesanos de diversas provincias, y esa expansión promete continuar.
La última edición de la Semana, la cuarta, celebrada en 2018, concitó vistosos desfiles, con el aporte de artistas de ocho provincias, la asistencia de renombradas figuras del ramo provenientes del Caribe, y por primera vez se realizó un encuentro teórico, también muy importante
Los desfiles, además de mostrar moda femenina y masculina de adultos, niños y niñas, incluyen accesorios como carteras, sombreros y joyas, hechas en bisutería o por orfebres que trabajan metales preciosos. La labor en objetos de piel o cuero, como calzado y bolsos, muestra diseños de alta calidad.
Ropa, joyas y otros accesorios evidencian elementos identitarios de la cultura nacional o de la propia individualidad del artista que las crea.
Es significativo que, para hacer las bellas prendas confeccionadas o diseñadas por miembros de la ACAA, se usan tejidos apropiados al clima. Por ejemplo lino, lienzo, bambulas… aunque no se desdeña la seda y otros de textura refinada, la lentejuela…
Se han rescatados elementos tradicionales de la moda cubana como las alforzas, volantes, bordados a mano o máquina, tejidos a aguja, deshilados, confeccionados con todo primor. Y no faltan los que decoran telas ya usadas o tejidos con diseños de artes plásticas que los dotan de singular belleza y una llamativa originalidad.
El llamado período especial ocurrido por la caída del campo socialista y su repercusión en nuestra economía y vida, marcó un antes y un después en los hábitos del vestir de los cubanos.
Esto no es un secreto para nadie. Actualmente no hay todavía una total recuperación ni algo que en propiedad pueda llamarse moda cubana.
Las prendas que predominan en el uso diario son de dudosa calidad —no se habla de marcas ni de lujos con esto—, y en su mayoría de muy mal gusto.
No hay publicaciones nacionales suficientes para orientar el gusto de los cubanos para elegir con sensatez a lo que tienen acceso. Desaparecieron prácticamente las llamadas costureras y modistas de barrio, los socorridos sastres, que tanto ayudaban a los menos duchos, pues solían trabajar fieles a las medidas personales y con catálogos de moda.
En medio de esa realidad, la aparición de las Semanas de la Moda pretende dar su contribución a la orientación de cubanas y cubanos en el arte del buen vestir, algo que no es fútil, ni banal; debe responder a la sensibilidad que cada ser humano debe tener por la armonía y la belleza, y su relación respetuosa y amable con los demás.
Y son muchos más los aportes que podrá dar, en la cristalización de un genuino estilo cubano, acorde con las tradiciones, el clima, el entorno y los cambios que cada cierto tiempo imponga la modernidad. Los tiempos cambian, la moda aún con tradiciones, responde a las vanguardias, a los cambios.