El cubano promedio disfruta con fruición una taza de café arábigo fuerte, con cierto punto ácido que equilibre su sabor pero que no lo marque, y, menos, lo afecte, mucho cuerpo y un aroma escandaloso. “¡La vida misma!”, dirá o pensará mientras lo bebe, ya sea poco después de despertar, tras las comidas o en una reunión de amigos o negocios.
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