Sus credenciales no pueden faltar. Yasek Manzano, el todavía muy joven trompetista cubano muchas veces calificado de virtuoso por los entendidos y con una obra más que notable, siempre hace honor a su currículo.
A pesar de no tener antecedentes musicales en la familia, desde niño sintió pasión por uno de sus géneros. Estudio y se graduó en la especialidad de trompeta en la Escuela Alejandro García Caturla y el Conservatorio Amadeo Roldán, grandes formadoras de talentos radicadas en La Habana.
A la edad de 13 años ganó el primer premio en un concurso nacional de interpretación de su instrumento y a los 15, junto a sus estudios, llevaba presentaciones en el afamado Club nocturno La Zorra y el Cuervo, por muchos años una suerte de catedral de jazz cubano dentro del país.
Hasta que en un instante mágico, su profesor, el reconocido maestro Bobby Carcassés, le presentó allí al inmenso intérprete estadounidense Wynston Marsalis. Si mal no recuerda el encuentro, trascendente para el chico, se produjo una noche de 1997.
Con el apoyo de Marsalis, con quien tuvo el honor de compartir actuación la noche de La Zorra y el Cuervo, más tarde el jovencito Yasek obtuvo una beca que le permitió ampliar sus conocimientos de jazz en la famosa Escuela Juilliard, en Nueva York.
Durante su estancia en la Gran Manzana debió trabajar mucho para, venciendo los obstáculos del idioma, no desmerecer del altísimo nivel técnico y organizativo de la disciplina que allí se impartía, y desde luego que lo consiguió. Sin contar que ser latino dentro de un ambiente formador anglosajón, bastante clásico y conservador, no es nada fácil.
Pero pasó satisfactoriamente la experiencia, sin perder la esencia de sus raíces cubanas y latinas, algo que siempre le estimuló el mismo Marsalis, así como hacer valer su entrega y su sinceridad consigo mismo y con el público.
La duración de la relación con Marsalis, que le dio clases privadas durante su estancia de año y medio en la Juillard, dura hasta hoy. Allí también conoció y se codeó con otros músicos de gran valía y fama. Su balance de aquellos años es muy positivo, pero se quedó con el picor de que pudo conocer más sobre cómo se hace en Estados Unidos el jazz latino.
A su regreso a La Habana en el 2003 formó su primer grupo y grabó su primer disco en colaboración con Roberto Martínez. Su estilo de “trabajo” o interpretación es muy creativo, pues ama sobre todo la libertad que le otorga el jazz. No solo el llamado jazz cubano, de componentes afros y latinos, también experimenta con sonoridades de otras latitudes del planeta. Considera que la fusión es una de las características más presentes en los hacedores o intérpretes de la música en Cuba.
Aunque no podrían caber en este espacio todos los nombres, diremos que desde entonces ha compartido escenarios con Bobby Carcassés, su primer maestro; Chucho Valdés, Orlando Valle “Maraca”, Celia Cruz, la orquesta Los Van Van, el grupo Irakere y los trompetistas norteamericanos Roy Hargrove y Nicholas Payton, entre otros.
Su arte es conocido directamente en Italia, Barbados, República Dominicana, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, por solo citar contados puntos, al parecer de disímil espectro de gustos, pero la lista es mucho más larga, obviamente, tendencia contemporánea que trata de representarlo todo con los mínimos elementos.
Su disco Amnio 1407, se llevó las palmas al mejor CD de jazz en los Premios Cubadisco 2010, al recoger de forma concreta y excelente esa afición suya por la mezcla, la creatividad y la libertad, pues fusiona diferentes géneros cubanos con ritmos brasileños, el rock, la música africana…
Ha incursionado en el género electrónico, con el proyecto In Transit. Considera que esa variante sonora gusta mucho en la Isla, por eso quiso influir en aquellos jóvenes a quienes no les gusta el jazz, por considerarlo de antemano complejo o solo para élites.