Zaida del Río (Las Villas, 1954), pintora, dibujante, ceramista y grabadora, irrumpe en el panorama de la plástica cubana en la década de los años 70 del pasado siglo, con una elegancia inusual y gran personalidad artística, que la hacen acreedora de un estilo muy propio en su obra, pese a la variedad de géneros y temas que aborda.
Zaida se caracteriza por sorpresivos cambios que hace en su acto creador, los cuales son siempre impactantes, intimistas y autobiográficos. Es reconocida como una de las figuras clave del arte cubano contemporáneo.
Graduada de la Escuela Nacional de Arte (ENA), del Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana y de la Escuela de Bellas Artes de París, Francia (L’Ecole des Beaux Arts), en los primeros años de su carrera artística se desempeña como profesora de grabado y de dibujo, y también ilustra libros infantiles.
En su pintura hay varios períodos: primero se puede decir que fue el campo, lugar donde nace y deja reflejadas las casas de tabaco, los niños, el paisaje…, lo que daría paso, más adelante, a la temática de los caballos, sin dejar a un lado el tema del circo y sus pintorescos personajes. Todo ello inspirado en el entorno de su niñez en la campiña cubana.
En toda su obra hay también una constante presencia de la figura humana; es ahí donde aparecen sus famosos cuadros de “Las mujeres pájaros”, temática que tuvo gran aceptación de público y crítica.
Luego, los “Trípticos” sobre la religión afrocubana llegan en un momento de su carrera con todo el encanto que ella supo imprimirles, reflejando las deidades de esta ancestral religión.
Posteriormente, irrumpen sus “Pavos Reales”, serie muy gustada por todos los amantes de la pintura de esta gran artista cubana, donde se funden en uno solo los cuadros de Zaida y los pavos reales de La Habana Vieja. No es en ese momento creativo que descubre la belleza de esta ave; ya en su niñez tuvo un acercamiento a ellas, razón por la cual al arribar a su estudio-galería-taller, situado en pleno corazón de La Habana Vieja, en la planta alta del célebre restaurante La Mina, Zaida contempla desde su balcón a esta ave que se le antoja una criatura de belleza extraordinaria.
Como pintora no conceptual, es una artista de inspiración, amante de todo lo que la rodea, pinta lo que le gusta y atrae, y sus Pavos están entre los objetos bellos que le atraen.
Sus “Reinas de Corazones”, acogidas años atrás por el Museo Nacional de Bellas Artes, trajeron a la ciudad cuadros de mujeres célebres en un formato de gran tamaño, dando una muestra más de la calidad de esta artista para abordar el tema de mujeres notables en las artes y las letras. Fueron mujeres en toda su dimensión humana, que ella supo traducir en sus lienzos mediante un profundo estudio de esas personalidades, tanto cubanas como de otros países, plasmadas posteriormente con esa sensibilidad que Zaida da a su obra y nos deja perplejos por su arriesgada propuesta estética.
A Zaida del Río, en su constante búsqueda de la belleza artística, no le son ajenas las culturas orientales. Su gran pasión por la filosofía hindú quedó plasmada en una exposición exhibida en La Habana bajo el nombre de “La danza cósmica de Shiva”, cuyo vuelo poético nos llevó de la mano a esta milenaria cultura con todo el dominio que supo darle a cada uno de sus cuadros, pues durante su visita a la India bebió de la rica sabiduría de ese lejano pueblo.
Debe destacarse en su obra la serie exhibida en La Habana sobre el budismo —religión que practica—, titulada “Mis meditaciones en el budismo; camino del diamante”, que fue todo un éxito. En ella nos hace partícipes del increíble y exótico mundo de la meditación y sus budas, con exuberantes y atrevidos lienzos que nos la muestran como una artista madura, segura de sí misma y con un universo creativo fuera de todo convencionalismo.
La obra de Zaida del Río se expone en importantes galerías del mundo y ha obtenido premios nacionales e internacionales. Es una de las más relevantes artistas de la plástica en Cuba y el público la siente como un ejemplo de identidad y cubanía.
Esta mujer que escribe poemas y tiene varios libros publicados, ha incursionado también en la danza y ahora nos sorprende, muy gratamente, en la música, pero se reconoce ante todo como pintora. Como muestra de ello lleva puestos sus exuberantes anillos en la mano izquierda, ya que su mano derecha es para pintar, lo cual hace todas las mañanas en su querida y mágica Habana Vieja, buscando no ya el silencio de la noche y los misterios de sus sonidos, sino la plena luz del día, donde nacen desde hace tiempo sus fabulosos cuadros llenos de color.
Zaida del Río se destaca también como dibujante, ha hecho muchos trabajos a línea que pueden ser contemplados en su exposición de tatuajes, donde los cuerpos se hacen a línea y su técnica es mixta, pintando sobre tela, óleo o acrílico.
Estudiosa de los temas que trata en cada una de sus exposiciones, sus pinturas y libros son también de carácter autobiográfico. Zaida no se inspira en temas sociales, sino que deja aflorar en todo momento sus sentimientos. Sus pinturas pueden ser agudas, con diferente intensidad de pastas y transparencias. El sentido de la vida de esta artista es ocupar su tiempo en objetos bellos, es por eso que está tan cerca de los budas, de los dioses, para regalarnos toda la felicidad que emana de sus cuadros y llevarnos a su mundo interior lleno de poesía, música, luz y enseñanzas en todo sentido.
Por ello sus exposiciones siempre dejan huella.
Es una artista que nunca se repite, siempre en constante renovación, apareciendo en sus óleos como una mujer pájaro, un caracol o una simple casita.
Poseedora de una sensibilidad a flor de piel, esta genial artista cubana que es toda sentimiento, cuenta con más de 50 exposiciones personales en Cuba, Japón, Italia, España, Francia, México, Brasil y otros países, los cuales la reclaman atraídos por su arte, para que públicos de diferentes gustos puedan disfrutar la magnificencia y belleza de su obra.
Asistamos pues, de la mano de Zaida del Río, a su mundo y sus pinturas, a que nos siga regalando su poesía, su música, y agradezcamos siempre su existencia, para bien de los que amamos su manera de darnos ese goce espiritual que es su arte, tan necesario para vivir.