Santiago de Cuba constituye una de las ciudades cubanas más significativas pues, por una parte, es la más caribeña de las urbes de este archipiélago y, por otra, en su territorio se resume una serie de peculiaridades culturales que conquistan a los visitantes.
Para los españoles, conocer esa urbe tiene un particular significado, pues allí prácticamente concluyó la Guerra Cubano-Hispano-Norteamericana en 1898, con el hundimiento de la flota ibérica del almirante Cervera.
Existe un muy conocido verso sobre Santiago que recoge lo sorprendente del lugar, por la afabilidad de los lugareños, por su historia y tradiciones y por los impresionantes paisajes, tanto urbanos como rurales.
Y es que aquello de: “Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”, se aviene perfectamente con lo que el viajero encuentra en esa región oriental cubana, también la más tórrida, con veranos de altas temperaturas que sobrepasan los 35 grados centígrados.
Fundada por Diego Velázquez el 25 de julio de 1515, fue primera capital y arzobispado cubano y siempre mantuvo su encanto histórico-cultural. Aún se puede apreciar en un costado del Parque Céspedes, la morada del explorador español.
Se trata de una ciudad entre montañas; las calles incluso son muy inclinadas, entre las que destaca Padre Pico, que realmente no es una calle propiamente, sino una gran escalinata de 45 grados de inclinación.
La provincia ocupa más de 6 000 kilómetros cuadrados, donde viven 1 027 912 habitantes. Es una zona muy industrial, conocida por el oro en tiempos de la colonización española, y luego por el cobre y el café.
En una breve lista de visitas obligadas no puede faltar La Gran Piedra, el sitio ecológico más significativo de la región a 1 125 metros sobre el nivel del mar, con 450 escalones para llegar a ella.
Porque eso sí, es una provincia de naturaleza virginal que se aprecia en las elevaciones de la Sierra Maestra, con árboles milenarios y un follaje muy verde, que se puede disfrutar en parques naturales como el de Baconao.
Entre las influencias apreciables en Santiago aparecen lo picaresco español, el lirismo italiano y lo galante francés, que se unen en medio de los cabildos de nación (carabalí), creados a partir de las aspiraciones culturales de los africanos esclavizados, la tumba francesa de origen haitiano y el colonato francés.
Todas estas raíces se imbricaron de tal manera que posteriormente dieron lugar al surgimiento del son y el bolero, este último de manos de autores como Pepe Sánchez. Luego de 1920 se consolidaron la conga y la comparsa, camino al son, ritmo emblemático cubano, y aparecen nombres como el Trío Matamoros, entre muchos.