Dicen que los remedianos se pasan el año entero pensando en sus parrandas, aunque pongan manos a la obra en momentos muy puntuales. El anterior gentilicio, tal vez raro para usted, define a los moradores de la antigua villa de San Juan de los Remedios, la última de las ocho fundadas en el siglo XVII por el adelantado Diego Velázquez, ubicada en el centro de la Isla.
En tiempos actuales, Remedios, nombrada así sencillamente por sus connacionales, pertenece a la jurisdicción de la central provincia de Villa Clara.
El tiempo no ha hecho más que “agudizar” la vocación parrandera de sus habitantes, gente trabajadora y de ley como los paisanos de los demás poblados con encanto entre urbano y rural del país.
Sus habitantes y muchos foráneos ven a Remedios como una tierra de leyendas. No solo por la alcurnia de estar entre las primeras villas cubanas, sino porque allí han nacido importantes artistas de la plástica y músicos de la Isla, entre estos últimos el connotado autor Alejandro García Caturla, un abogado cuya vida dolorosamente se vio truncada por un crimen de venganza en la primera mitad del siglo XX, no sin antes legar una obra de reconocida calidad sinfónica, de acendrada cubanía.
Pero, además, la singularidad de Remedios se acentúa por sus festejos tradicionales. En la Isla se dan voces sobre sus bellas y divertidas parrandas, celebradas casi en las vísperas del fin de año, aunque en esta ocasión, se celebran en los primeros días de enero del año siguiente por el duelo que significó el fallecimiento del líder histórico Fidel Castro.
La historia de su origen gusta porque revela el ingenio y la picardía de la que hace gala el cubano común. Pues, sí, en el siglo XIX el párroco Francisco Vigial de Quiñones, ante la realidad de que los miembros de su rebaño rehuían cada vez más su participación en la tradicional misa de Gallo del 24 de diciembre, tuvo una idea original. Incitó a los jóvenes lugareños a recorrer el poblado sonando matracas y pitos. En medio de la algarabía y de la alegría que traía el bullicio de la muchachada, se convidaba a asistir al acto sacro. Y aquello funcionó.
La iniciativa del cura motivó a los feligreses y demás pobladores del lugar. En 1871 tal recorrido previo era claramente un festejo por sí mismo y existen reportes por esa fecha de la división del territorio en dos mitades, cada una de las cuales organizaba a su modo la festiva procesión devenida en fiesta.
Uno de los bandos era San Salvador (sanseries) y el otro era el del Carmen (carmelita). En torno a cada uno de ellos comenzaron a aglutinarse barriadas enteras y la rivalidad entonces apareció, como condimento que desde entonces ha caracterizado de la manera más fraterna posible, el desarrollo de esas insoslayables fiestas anuales.
Varios años después del nacimiento del jolgorio aparecieron los llamados trabajos de plaza, un proyecto que cada bando debe presentar y cuya relación al final es el principal leit motiv de los organizadores y el mismo tiempo el climax o colofón de todo.
Como parece indicar la etimología de la palabra parranda, se presentan obras en varios actos. En el primero, uno de los bandos inicia la presentación con el saludo más original y creativo que pueda y lanza la “artillería”, con alegre juegos de pirotecnia que iluminan los cielos.
Cada grupo debe llegar hasta la línea divisoria imaginaria que establece la tradición y entonces estarán frente a frente. Se plantea el reto y el barrio contrario o seguidor, en esta ocasión, plantea una estrategia similar. Se alternan las muestras artísticas de cada lado, hasta que se da paso a las carrozas, cuyo diseño ha sido un secreto bien guardado durante las semanas precedentes.
En las fiestas de hoy día no existen perdedores, porque generalmente la belleza, originalidad y lucimiento es bastante pareja. No se puede obviar, entonces, la sensación de triunfo y satisfacción que en todo momento acompaña a los carmelitas y sanseries, que es muy alta, porque prepararon sus festejos con el más profundo sentimiento y pasión.
Las parrandas de Remedios han sido reconocidas como Patrimonio Cultural de la Nación, algo de lo cual están muy orgullosos los hijos de esa bella comarca.