Bebida imprescindible para los cubanos, el café no es solo fuente de deleite para el paladar, también de historia, cultura y tradiciones cuyas huellas se atesoran en el paisaje arqueológico de las primeras plantaciones cafetaleras en el sureste de Cuba.
Alrededor de un centenar de fincas y vestigios de estas plantaciones fundadas por hacendados franceses en el siglo XIX, fundamentalmente en la oriental región de Santiago de Cuba, aunque también existen en la hoy provincia de Guantánamo, conforman un extenso cinturón cafetalero, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 2000.
Recorrer las zonas de la Gran Piedra, El Cobre, Dos Palmas, Contramaestre…, visitar el Museo La Isabelica, ubicado en una antigua hacienda cafetalera, constituye toda una experiencia para los amantes de historias singulares, y de leyendas, que por allí también existen.
De acuerdo con especialistas, las huellas de estas plantaciones, situadas al pie de la Sierra Maestra, son un testimonio excepcional del uso de técnicas agrícolas precursoras en terrenos difíciles, y aclaran aspectos de la historia económica, social y tecnológica del Caribe y América Latina.
El café llegó a Cuba hacia 1748, traído desde Europa y República Dominicana por José Antonio Gelabert, avecindado en La Habana, pero no fue hasta 1827 que la producción del grano alcanzó volúmenes comerciales en la isla, de la mano de colonos franceses que se establecieron con sus esclavos en las montañas del oriente, tras huir de la revolución haitiana de 1791.
Los inmigrantes trajeron técnicas modernas de cultivo y beneficio de este grano, del cual llegaron a existir unas dos mil plantaciones y fue base de la vida de lujo y refinamiento que alcanzaron los hacendados dedicados a este lucrativo negocio.
El boom cafetalero se extendió en Cuba hasta 1850, fecha en que ese rubro comenzó a ceder su espacio a la producción industrial de azúcar de caña.
Las labores de estudio y rescate de este patrimonio se mantienen en la isla, ejemplo de lo cual es la reciente restauración de la finca Fraternidad, en la cual funcionará el centro de interpretación de la cultura rural del café, que pondrá en contacto a los visitantes con elementos modernos de esa producción agrícola e industrial y complementará las muestras de prácticas más antiguas, exhibidas en La Isabelica.
Desempeña un papel relevante en la conservación y puesta en valor de esta significativa historia el Centro para la Interpretación y Divulgación del Patrimonio Cultural Cafetalero, conocido como Casa Dranguet por su ubicación en la antigua residencia de un hacendado cafetalero de ese apellido en Santiago de Cuba.
La institución, sede del proyecto internacional Los caminos del café, con la colaboración de la Fundación franco-belga Malongo y la Unión Europea, promueve la creación de una ruta en el Caribe, como antesala de la expansión por América Latina, para potenciar las riquezas materiales y espirituales de la cultura cafetera.