Por Gregorio Nex
El Cañonazo de las nueve constituye toda una mágica ceremonia que muchos turistas desean apreciar tan siquiera una vez, sobre todo ahora que La Habana cumple 500 años de fundada.
El disparo, ceremonia que data del siglo XVIII, se realiza infaliblemente a las 21:00 hora local desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, la cual, junto al Castillo de los Tres Reyes del Morro, domina la entrada a la bahía de la ciudad.
Durante la colonia, la urbe quedó dividida en dos: La Habana de intramuros y La Habana de extramuros, delimitadas por una muralla protectora. En un principio al recinto amurallado se le abrieron dos puertas, mas su longitud, con el paso del tiempo, exigió más entradas y salidas, por lo que llegó a tener hasta nueve.
A las cuatro y media de la mañana se anunciaba la apertura de sus puertas con un cañonazo. A las ocho de la noche, otra detonación, por el contrario, advertía su cierre, lo cual significaba, ni más ni menos, que quien fuera sorprendido por la descarga del otro lado del muro, debía de permanecer allí hasta el amanecer.
Con los años el cierre de la ciudad se alargó hasta las nueve de la noche, pero la villa y su gente se desbordaban y con el desarrollo de las artes de la guerra, las murallas se volvieron inútiles.
El 8 de agosto de 1863 comenzó el derribo de las murallas de La Habana (de las que aún se conservan algunos restos) pero la tradición del Cañonazo de las nueve perdura hasta el presente.
Hoy día, desde San Carlos de la Cabaña se efectúa la acostumbrada detonación por un pelotón de cadetes de artillería ataviados a la usanza colonial y con una pieza del siglo XVIII.
Los cañones empleados en esta ceremonia tuvieron nombres, como es el caso de Solano, Luperto, La Parca, Ganímedes, Capitolino, entre otros que lanzaron una bala esférica de hierro sólido hasta 800 metros (en el actual espectáculo se disparan salvas).