Por su impresionante variedad de formas, tamaños y colorido, las aves conforman uno de los grupos zoológicos más diversos y singulares de la naturaleza.
Como resultado de un largo proceso evolutivo existe un gran número de especies que, a lo largo de toda la historia de la humanidad, han sido apreciadas por su extraordinaria belleza, pero también porque las aves cumplen una función trascendental como controladores biológicos.
Dispersas por todo el planeta es imposible imaginar un solo lugar donde su carismática presencia no se haga notar.
En el área del llamado Caribe insular habitan unas 558 especies de aves, de estas, 371 aparecen reportadas en el archipiélago cubano, por lo que Cuba pasa a ser, dentro del territorio antillano, el lugar que presenta una mayor diversidad en cuanto a la avifauna de la región.
Posee un alto grado de endemismo resultado del aislamiento que le confiere su condición geográfica, no obstante ser las aves un grupo zoológico caracterizado por su gran movilidad.
Entre las especies de aves endémicas cubanas se halla la más pequeña del mundo, el simpático zunzuncito (Mellisugahelenae). Este pájaro minúsculo fue descubierto por el naturalista alemán residente en la Isla Johann Christoph Gundlach en 1844 y fue, a su vez, la primera pieza con la que comenzó una colección zoológica convertida después en uno de los museos más importantes del país.
El vistoso tocororo (Priotelustemnurus), considerado el ave nacional porque su plumaje azul, rojo y blanco coincide con los colores de la bandera cubana, es otro de los endémicos. Pertenece, al igual que el quetzal de la región mesoamericana, a la familia de los trogónidos.
El totí (Divesatroviolaceus), más cercano por su distribución espacial a las poblaciones que la gallinuela de Santo Tomás (Cyanolimnascerverai) o la ferminia (Ferminiacerverai), ambas de la Ciénaga de Zapata y descubiertas por el naturalista español Fermín Zanón Cervera, son también endémicos del país.
El guacamayo cubano (Ara cubensis), una especie abundantísima en 1492 a la llegada de Cristóbal Colón y sus marinos a las nuevas tierras de América, hoy está reportada como endémico extinto.
De gran talla y plumaje extravagante, llamó la atención de los europeos, quienes lo adoptaban como ave exótica desarraigándolas por cientos de su hábitat; esto, unido a la tala de los grandes bosques donde ellos acostumbraban a reproducirse, hizo que sus poblaciones disminuyeran hasta el punto de lo irreversible. Fue el naturalista alemán Gundlach quien los contempló por última vez en la naturaleza, dejando constancia de ello en las notas ornitológicas que escribió.
En total son 28 las especies de aves que en Cuba se reconocen como endémicas, algunas como el gavilán Caguarero (Chondrohieraxwilsonii) se encuentran en crítico peligro de desaparición.
Para contrarrestar las pérdidas de lo que pudiera ser irreparable se han aplicado acciones que van encaminadas a identificar y proteger aquellos sitios indispensables para la supervivencias de las mismas, como lo son el mayor humedal del Caribe, en la Ciénaga de Zapata, un refugio natural de miles de aves migratorias; o el Parque Nacional Alejandro de Humboldt, en las provincias orientales de Holguín y Guantánamo, cuya variedad en ecosistemas lo hacen único en la Isla y especial para tales fines.
Fueron las aves los primeros seres del Nuevo Mundo que contribuyeron a fortalecer el espíritu de los descontentos marineros y la fe del Gran Almirante; fueron en definitivas, en la épica novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, quienes con sus cantos indicaron a Melquiades y a su tribu de gitanos, el camino de Macondo, la aldea que parecía perdida en el sopor de una ciénaga.