El Órgano Oriental de Cuba para el mundo

Un género musical definitivamente asombroso y regocijante como ninguno, cubano por los cuatro costados se creó en la Isla a partir de la aceptación y difusión de cierto tipo de órgano mecánico de origen francés, más o menos a mediados del siglo XIX.

Hablamos de los sones y otros arpegios, trepidantes de rítmicas y gozadores, emitidos por el hoy llamado Órgano Oriental. Fiesta para los pies y la alegría del alma, no quepa la menor duda.

“Lo verdaderamente importante en este sentido es que el arribo del instrumento a la ciudad del golfo de Guacanayabo (Manzanillo, antigua provincia de Oriente) es el primer hito de un largo proceso, de relevancia para la música cubana y para el ulterior desarrollo del órgano”, consideró el investigador, musicólogo y periodista Bladimir Zamora, al valorar lo sucedido tras la asimilación de ese instrumento en el archipiélago cubano.

Aunque no hay datos que lo corroboren, se estima que la caja de música resonante debe haber llegado a Cuba por La Habana y la sureña ciudad de Cienfuegos, esta última una villa decimonónica fundada por colonos franceses.

Pero, como afirma el especialista, el acontecimiento importante para la música comenzó a desarrollarse a partir que el comerciante de Manzanillo, Don Francisco Borbolla, en esa otra villa de la costa sur, pero en el oriente cubano, comenzó a adquirir tales instrumentos, con su repertorio propio de valses, polcas y mazurcas en sus cartones perforados para amenizar los bailes de su ciudad. Los bailes y los saraos de Manzanillo, más urbanizado, y los pueblos contiguos, de marcadas costumbres rurales, se hicieron populares con rapidez.

Entre 1926 y 1930, Francisco Borbolla, hijo, y su hermano Carlo, viajaron a París, nación cuna del singular instrumento para estudiar todo lo concerniente a su arreglo y producción. El joven Carlo Borbolla estudió piano con destacados maestros y adquirió en la Ciudad Luz una formación cultural y musical clásica.

Al regresar a su pueblo, se produjo el boom del gusto y pasión de los paisanos por los bailes de órgano, con el añadido de un repertorio inequívocamente cubano, de un sonido tan raigal o telúrico que provoca las más conmovedoras emociones a los cubanos, dondequiera que estén.

Ese es el mérito innegable de la familia Borbolla, de la cual hoy pervive un heredero, también músico: Lino Borbolla, guardián de buena parte del repertorio y otros tesoros de sus ancestros. El mérito de haber dado vida al Órgano Oriental, como se le conoce hoy día, con un repertorio netamente cubano de sones, guarachas, boleros, danzones, rumbas… que muy pronto hicieron olvidar los foráneos y etéreos valses y mazurcas.

Carlo Borbolla fue una brillante personalidad muy poco divulgada en la actualidad. Además de sus aportes a la música popular cubana mediante sus aclamadas organerías, compuso Cuatro Sones Cubanos, con música auténticamente nacional escrita en formato clásico. Su innegable talento y dotes de precursor fueron destacadas en 1946 por Alejo Carpentier en la edición del Diccionario de Música Cubana publicada en Ciudad de México.

Volviendo al órgano que nos ocupa. Esa música que añadió otros instrumentos, y a la que se le hicieron más adelante modificaciones técnicas imprescindibles, se regó como pólvora por todo el país en toda la primera mitad del siglo XX, sobre todo en el entorno rural.

La familia Ajo y los Cuayo, de la también oriental ciudad de Holguín, son otros puntales y no podría escribirse la historia del Órgano Oriental ignorando la enorme contribución de la primera, sobre todo a partir de los años 50, en el mejoramiento tecnológico y humanización del instrumento y en su difusión por diversos medios y formatos. A los Ajo se debe el primer fonograma de música de órgano grabado. Por cierto, es algo que merece otras repeticiones en la salvaguarda de este tesoro nacional.

También son dignos de reconocimiento los Toranzo de Las Tunas, los Labrada de Bayamo, Ciudad Monumento Nacional. En los llamados pueblos de la costa, Olivera en Campechuela, Contreras en Media Luna y Morales en Niquero. Cómo gustan todavía los jolgorios de la música molida, como también se le llama, por aquellos lares.

Especialistas consideran que hoy la música de órgano, tan alegre y vital en la vida de numerosas comunidades, es bastante ignorada en cambio en los medios difusores a nivel nacional.

Incluso programas de televisión muy populares y de gran impacto nacional tienen espacios con la música de otras naciones, no menos bella y querida por los cubanos, mientras el Órgano Oriental brilla por su ausencia. Sin detrimento de los otros, debía tener alguna presencia, aunque sea pequeña, por derecho propio.

Es una lástima que el disfrute de esa maravilla se pierda para la mayoría de los cubanos, de los visitantes foráneos y sobre todo para los curiosos hijos de Francia, a quienes encantaría conocer la versión cubana y caribeña de un instrumento musical nacido en su tierra. 

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