Pollo a la miel

Esa fuente de proteína que, por su alta disponibilidad en Cuba y cuya repetición puede aburrir, el pollo merece que se le adorne y cambie su modo de cocción para apreciar su carne.

Soy del criterio que la cocina no tiene que ser aburrida o monótona. Con los mismos ingredientes básicos pueden confeccionarse variantes. Por otra parte, resulta provechoso gratificar nuestro paladar con nuevas texturas y sabores.

Una variante que habrá de satisfacer los paladares más exigentes es la forma que les propongo hoy: pollo con salsa de mostaza y miel.

La cultura alimentaria es una categoría compleja, señala la ingeniera cubana Madelaine Vázquez Gálvez, llena de significados que trascienden lo puramente biológico y que forma parte de la identidad cultural de cada país o lugar, proyectada hacia nuevos escenarios de desarrollo a favor de una mejor calidad y estilos de vida contemporáneos, además de permitir conocer los modos de obtención y distribución de los alimentos, así como quién y cómo se preparan, lo que aporta un conocimiento extraordinario sobre el funcionamiento de una sociedad.

Para comprender el complejo entramado de la cocina cubana, hay que reconocer que esta constituye una cocina de fusión, circunscrita a la cultura alimentaria de los colonizadores, y matizada por el modo de cocinar que desarrollaban los esclavos, sin menospreciar la influencia de otras etnias que arribaron a la Isla durante la colonia y la república. Por otra parte, la presencia de los alimentos autóctonos de Cuba, junto a otros que se incorporaron durante el extenso período de mestizaje alimentario, delinearon el empleo de variados alimentos, que conforman la cocina cubana.

Sin duda, un acercamiento a la cocina cubana requiere de la caracterización de sus múltiples vectores, como la elección de los alimentos, sustentada en factores históricos, en los que se incluyen las influencias aborígenes, españolas, francesas y africanas.

También se incluyen los modos de cocción, que pueden ser al calor húmedo (hervir, al vapor, escalfar y escaldar), al calor seco (asado a la plancha, al horno, freidura y salteado), así como formas combinadas (braseado, guisado o estofado). En la cocina cubana puede decirse que predomina la freidura y cocción combinada.

En cuanto a los utensilios para cocinar, los indígenas le quitaban la cáscara a la yuca con las caguaras (cuchillos de piedra o concha), la rallaban en un guayo y la colocaban en el sibucán (artefacto formado por una manga tejida, donde exprimían la yuca molida), para luego cernir esta masa en un hibiz (jibe) y cocerla en los burenes (sartenes grandes de arcilla).
Más tarde prevaleció el uso de cacerolas de barro, peroles de cobre y las perdurables cazuelas de hierro, que pasaron hoy a ser de aluminio, acero u otros materiales. Perduran los cucharones, espumaderas, guayos, coladores, sartenes, ollas de presión y batidoras. Entre las familias rurales, sin embargo, sobreviven los pilones, morteros, coladores de café, jarritos y porrones.

Pollo con salsa de mostaza y miel

Ingredientes:

¼ taza de mostaza
¼ taza de miel
1 cda. de aceite (mucho mejor si es de oliva)
2-3 lbs. de pollo (muslos o encuentros)
Sal a gusto
2 ramitas de romero y pimienta negra molida

Preparación:

Sazone el pollo a su gusto. Mezcle en un frasco la miel, la mostaza, el aceite y la pimienta. Agítela bien para unir los ingredientes. Viértala sobre el pollo en un recipiente para hornear.

Coloque las ramitas de romero en medio de los trozos de pollo para que le impregnen su aroma. Introduzca el pollo en el horno durante 45 minutos y retírelo cuando esté seguro que está listo; para ello puede trincharlo. Lo mismo si es acompañado de arroz blanco o congrí, disfrutará de ese sabor agridulce de la salsa, junto a vianda hervida y ensalada verde.

De seguro, nadie expresará aburrimiento por el pollo.

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