Rostros cubiertos por mascarillas protectoras, manos enguantadas, vestimenta verde o blanca son las imágenes que se difunden hoy de las muchísimas personas anónimas que, desde el sector de la salud, se dedican en estos días a combatir la pandemia de covid-19.
Pero hay también muchos medios que dedican espacios a dar a conocer la identidad y la labor de estos imprescindibles que arriesgan su salud para que el mundo vuelva a ser el que conocimos.
El Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), de La Habana, es uno de los centros de la primera línea de esta batalla sanitaria, con profesionales de diversas especialidades y de varias generaciones, en las que también resaltan los más jóvenes.
En “Revelando rostros”, el sitio digital Razones de Cuba mostró el de algunas jóvenes que pasan sus días en el vital departamento de Virología.
Claudia Bracho Cardentey, de 25 años de edad, estudió Microbiología en la Universidad de La Habana.
“Lo más importante en nuestro trabajo es la organización, dijo. Generalmente nos reunimos ates de entrar al laboratorio y nos distribuimos bien lo que corresponde a cada una para así ganar en tiempo y potenciar las horas de descanso”.
Celeste Ramírez Cardentey (25 años), microbióloga por la Universidad de La Habana, está cursando su maestría y opina sobre su labor: “Nuestro trabajo es intenso, pero vale el sacrificio. Esta es una profesión que requiere dedicación y entrega. A pesar del cansancio yo la disfruto cada día”.
Yusimí Grant Claro (20 años) estudió técnico medio en Química Industrial. Sus compañeros del departamento de Virología dicen que ella no para de trabajar, es una de las más ágiles. Sobre su experiencia comenta: “Después de graduarme me ofrecieron una plaza en el Instituto; recuerdo que mis primeras guardias de 24 horas fueron por el zika y ahora estoy aquí por el covid-19. A los cubanos les digo que cuentan con todo mi empeño”.
Melisa Méndez González (25 años) también curso Microbiología en la Universidad de La Habana, y para sus guardias en el IPK debe realizar un prolongado viaje desde la vecina provincia de Artemisa donde reside.
“Lo primero que voy a hacer después que pase todo esto es terminar mi maestría. Aún estoy concluyendo el informe que debo discutir en septiembre. Cada vez que tengo un chance de las guardias por el covid-19 y del trabajo, trato de adelantar lo más que puedo”, comentó.
Fundado en 1937, el IPK ha alcanzado notable reconocimiento internacional por sus numerosos resultados y uno de sus laboratorios constituye un Centro Colaborador de la Organización Mundial de la Salud.