San Lázaro, un santo convocante

Se acerca diciembre, con sus esperadas celebraciones mundanas y religiosas. Para los cubanos, y en especial los capitalinos, tiene una importancia especial el día dedicado a San Lázaro, 17 de diciembre, fecha que motiva abnegados recorridos para muchos creyentes que van a rogar o pedir promesas al venerado viejecito sincretizado como Babalú Ayé en el panteón africano, en medio de algunas controversias al respecto entre expertos en el tema.

Rica en su multiplicidad y profundidad, el sabio Don Fernando Ortiz calificó a la cultura cubana como una suerte de ajiaco, que es un plato o sopa nutricia criolla cocinado con muchas viandas y carnes. Eso explica el sincretismo o conversión de algunos íconos del catolicismo en orishas o dioses venerados por la santería.

Pero más que todo, al creyente que peregrina con fervor hacia el santuario de El Rincón, incluso desde la víspera del 17 de diciembre, lo guía la imagen del anciano santo, con sus perros, harapos y muletas, tal vez el más considerado milagroso, el protector indiscutible de los pobres.

Los días 17 y 18 de diciembre, personas de todo el país peregrinan hasta el santuario nacional consagrado a San Lázaro obispo en El Rincón, en las afueras de La Habana, y situado junto a la entrada de un hospital para leprosos y pacientes de otras enfermedades dermatológicas, el cual visitara el Papa Juan Pablo II durante su estancia en el país en 1998.

Pero la imagen que venera el pueblo no resulta la aceptada por la Iglesia Católica. La devoción se centra en torno a la figura de un anciano con barba, llagas en el cuerpo, apoyado en muletas y rodeado de perros, a partir de lo que se describe en la parábola del rico epulón (persona que come y se regala mucho) y del pobre Lázaro, que aparece en el Evangelio de San Lucas.

En cuanto al Lázaro Obispo que reconoce la iglesia, nació en una aldea cercana a Jerusalén, de familia acaudalada. Tenía una hermana mayor de nombre Marta y otra destinada a ser famosa: María, propietaria del castillo de Magdalón, por eso era llamada María Magdalena. Jesús era amigo de la casa y gustaba de visitarla. Lázaro enfermó y murió y aquel lo resucitó al cuarto día de su muerte.

Después se vio precisado a abandonar el país y llegó a Francia, donde fue obispo de Marsella, bajo el imperio domiciano. Luego fue hecho prisionero y ejecutado y esta vez murió definitivamente.

Debido al sincretismo religioso existente en el país, la figura del anciano de los perros es denominado Babalú Ayé y ante su imagen, presente en muchos hogares, suelen colocarse, entre otras ofrendas, tabaco y ron.

Haciendo largos trechos a pie, en no pocos casos adoptando posturas que suponen grandes sacrificios corporales, personas de todas las edades, e incluso familias enteras, se trasladan a El Rincón para presentar sus ofrendas y penitencias por algún favor concedido, pedirle nuevas gracias o simplemente rezar ante la imagen del también llamado “santo de los pobres”, que por primera vez en el año se expone en las afueras del santuario.

En una gran sábana blanca colocada ante la figura se reciben las ofrendas monetarias. Muy cercana está una fuente con un surtidor de agua bendecida, aceptada por los creyentes como tesoro inapreciable.

La primera de las misas ocurre en la medianoche del día 16, con la cual se da inicio el festejo religioso, lleno de devoción y uno de los más populares y notorios de ese carácter en toda Cuba.

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