Un gato muy singular atrae a muchos europeos en La Habana, uno tuerto, que se dedica a cantar y bailar en las noches tropicales y constituye eje indiscutible para los bohemios: El Gato Tuerto.
Este centro nocturno apareció en el entorno urbano un 31 de agosto. El establecimiento, muy demandado por los turistas extranjeros (en las calles O entre 17 y 19, en el barrio del Vedado) constituye el resguardo, por decirlo de alguna manera, de un estilo de recreación que une a lo mejor de la canción cubana con la poesía y la pintura.
Tan así es que sus empleados comentan que en sus inicios la vajilla del lugar estaba totalmente confeccionada por la pintora Amelia Peláez (1896-1968), una de las más significativas creadoras cubanas.
Este lugar de dos pisos y un portalón de entrada tuvo como visitantes asiduos al dramaturgo Virgilio Piñera, al poeta nacional Nicolás Guillen, y sobre todo a grandes cantantes de bolero y filing, como Moraima Secada y Elena Burke, pintores como Wilfredo Lam, muchos ya fallecidos, o la excéntrica musical Juana Bacallao, que aún actúa allí.
El establecimiento incluye restaurante en el piso superior y bar de conciertos en la planta baja, y cierra sus puertas al amanecer, sitio ideal para pasarla bien.
Ahora incluso tiene en sus proyectos ofrecer desayuno los viernes, para los trasnochadores que lleguen hasta esa hora. No se trata de un espacio solo para beber, sino que incansablemente hasta el cierre tiene la presencia de cantantes, los mejores de sus estilos.
Como curiosidad, el trago de la casa —de siempre— tiene el nombre de “El orgasmo del gato”, a base de whisky, cremas y cacao.
El Gato Tuerto abrió sus puertas en 1960 grcias a la iniciativa de Felito Ayón, un animador y fundador de la también famosa Bodeguita del Medio, restaurante emblemático del país, ubicado en La Habana Vieja.
Como objetivo estaba crear una tertulia de amor y dicha, y por ello en un inicio se leían y vendían libros, discos, obras de arte y de paso se comía bien.
La planta baja estaba dedicada a trovadores, pianistas y cantantes, que en un rincón, al extremo de la barra, deleitaban a los noctámbulos. Para entonces, el restaurante estaba en la planta alta para no molestar a los comensales.
En su época inicial sus paredes se ambientaron con obras de pintores cubanos como Amelia Peláez, Raúl Acosta, Mariano Rodríguez, Luis Mariano Pedro, Alberto Falcón, Tomas Marai y Raúl Tapia, con diseños de Evelia Piña y Frank Olorticochea.
El periodista Rafael Lam, estudioso de la farándula y el arte, recuerda en un artículo que las descargas comenzaban al caer la tarde, e incluso se presentó en el lugar el primer disco de poemas de Nicolás Guillen (1902-1989).
En el Gato actuaron casi todos los artistas vinculados al filing, un estilo de canción que, como dice su nombre, recarga la mano sobre el sentimiento: Elena Burke, Omara Portuondo, Moraima Secada, Lino Borges, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Frank Emilio, entre otros.
Para los años 70 del pasado siglo, el local fue cerrado y reabrió de 1980 hasta 1985. Luego volvió a ser remodelado y después se registró allí el Bolero más largo del mundo (76 horas) con la participación de 498 cantantes y 2 175 canciones del 21 al 25 de junio de 2001, dice Lam.
Y entre las ilustres figuras que visitaron al Gato se encuentran el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Cheo Feliciano, y los poetas cubanos Miguel Barnet y Pablo Armando Fernández, de una larga lista.